sábado, 31 de diciembre de 2016

La que se nos viene encima

La que se nos viene encima





Según reza uno de los tópicos de nuestro tiempo, la libertad de expresión es una maravillosa conquista que nos acerca casi al paraíso. Y es que gozar de libertad de expresión es una bendición laica de la que gozamos inmerecidamente. Sin embargo, cuando la muy progresista y pepera (valga la redundancia) Sra. Cifuentes multa al director del colegio Juan Pablo II de Madrid por un delito de opinión, a prácticamente nadie se le ocurre esgrimir esa maravillosa conquista como un derecho que deberían tener todas las personas. Esa libertad de expresión de la que tanto se habla se ha convertido hoy en la excusa perfecta para seguir machacando a los de siempre. Lo sorprendente es que, pese a la matraca que dan con este asunto, sigue habiendo opiniones que no se pueden expresar sin cometer pecado de blasfemia o de herejía, desviaciones que no están cubiertas por la libertad de expresión. A pesar de lo que dice el tópico propagandista de nuestro tiempo, la triste realidad es que son ellos, los herejes, los que se han hecho con la Inquisición y los que dictan la ortodoxia de lo que resulta tolerable. Desde luego, hemos mejorado algo: ahora multan a los culpables en vez de chamuscarlos; pero en cuanto a hipocresía, reconocerán que vamos de mal en peor. Antes le llamábamos a eso la ley del embudo.
Saben ustedes que un supuesto “artista”, llamado Abel Azcona, no tuvo mejor idea que dedicarse a robar formas consagradas en iglesias de Pamplona para perpetrar una especie de bodrio-performance, que él considera que debe ser la repanocha. El show diseñado por tan osado “creador” consistía en varios centenares de hostias consagradas desparramadas por el suelo conformando la palabra “pederastia”, más el sujeto en cuestión en pelota picada en actitud meditabunda, como si la pederastia fuera un tema que le quitara el sueño. ¡Qué hombre tan valiente y tan sensible, preocupado por la inocencia de los tiernos infantes! Me dirán ustedes que semejante esperpento carece del menor interés, salvo para los primos y los colegas del sujeto en cuestión, si no fuera por el pequeño detalle de que, para los católicos, la eucaristía es una de las cosas más sagradas que hay en el mundo, si no la que más. Como sabe cualquiera que tenga dos dedos de frente, no se trata de una simple falta de respeto con algún símbolo o imagen con connotaciones religiosas; estamos hablando en este caso del Cuerpo de Cristo, que ha sido manipulado por este presuntuoso majadero que yo no sé si es muy sabio, pero desde luego sabe muy bien cómo meterle el dedo en el ojo al prójimo. Pues bien, pese a lo que dice de forma muy clara el actualmente vigente artículo 523 del Código Penal, su señoría el juez Fermín Otamendi, de la otrora católica Pamplona, considera que el muchacho no quiso ofender a nadie, que le asiste el derecho a la libertad de expresión y que los artistas son “asín”. Pues nada, a esperar la próxima ocurrencia.
También conocen ustedes el caso de Rita Maestre. Antes de dedicarse a tareas públicas participó en un asalto a una capilla católica, donde aparte de la inevitable sesión de despelote, (imprescindible en todo aquelarre progre) vejaron a los presentes con lemas tan amistosos como “vamos a quemar la Conferencia Episcopal”, “el Papa no nos deja comernos las almejas”, “menos rosarios y más bolas chinas” y otras poéticas jaculatorias. Contra toda lógica, la Audiencia Provincial de Madrid ha considerado que esa conducta tampoco es profanación, (¡qué va! ¡qué exageración!), interpretando que esta señora no quería herir los sentimientos religiosos de los católicos ni tampoco el de los budistas. Lo peor es que nos consideran imbéciles, algo en lo que probablemente tengan parte de razón, habida cuenta de la tibieza, la cobardía y la debilidad de quienes deberían levantar la voz para denunciar estos abusos. Imagínense si una banda de energúmenos hubiera irrumpido no ya en una mezquita, sino en la sede de la asociación COLEGA. Habrían pedido para ellos cadena perpetua.

Todo esto nos pone sobre aviso sobre lo que nos viene encima a los católicos españoles, que no vamos a poder expresarnos libremente sobre temas como la ideología de género, pero tendremos que tragarnos cuantas ofensas quieran infligirnos esa panda de tolerantes y progresistas que nos gobiernan y que, por ahora, se limitan a multarnos. Pues nada, feliz año nuevo y que viva la libertad de expresión.
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