La que se nos viene encima
Según reza uno de los tópicos de
nuestro tiempo, la libertad de expresión es una maravillosa conquista que nos
acerca casi al paraíso. Y es que gozar de libertad de expresión es una
bendición laica de la que gozamos inmerecidamente. Sin embargo, cuando la muy
progresista y pepera (valga la redundancia) Sra. Cifuentes multa al director
del colegio Juan Pablo II de Madrid por un delito de opinión, a prácticamente
nadie se le ocurre esgrimir esa maravillosa conquista como un derecho que
deberían tener todas las personas. Esa libertad de expresión de la que tanto se
habla se ha convertido hoy en la excusa perfecta para seguir machacando a los
de siempre. Lo sorprendente es que, pese a la matraca que dan con este asunto,
sigue habiendo opiniones que no se pueden expresar sin cometer pecado de
blasfemia o de herejía, desviaciones que no están cubiertas por la libertad de
expresión. A pesar de lo que dice el tópico propagandista de nuestro tiempo, la
triste realidad es que son ellos, los herejes, los que se han hecho con la
Inquisición y los que dictan la ortodoxia de lo que resulta tolerable. Desde
luego, hemos mejorado algo: ahora multan a los culpables en vez de
chamuscarlos; pero en cuanto a hipocresía, reconocerán que vamos de mal en
peor. Antes le llamábamos a eso la ley del embudo.
Saben ustedes que un supuesto
“artista”, llamado Abel Azcona, no tuvo mejor idea que dedicarse a robar formas
consagradas en iglesias de Pamplona para perpetrar una especie de
bodrio-performance, que él considera que debe ser la repanocha. El show
diseñado por tan osado “creador” consistía en varios centenares de hostias
consagradas desparramadas por el suelo conformando la palabra “pederastia”, más
el sujeto en cuestión en pelota picada en actitud meditabunda, como si la
pederastia fuera un tema que le quitara el sueño. ¡Qué hombre tan valiente y
tan sensible, preocupado por la inocencia de los tiernos infantes! Me dirán
ustedes que semejante esperpento carece del menor interés, salvo para los
primos y los colegas del sujeto en cuestión, si no fuera por el pequeño detalle
de que, para los católicos, la eucaristía es una de las cosas más sagradas que
hay en el mundo, si no la que más. Como sabe cualquiera que tenga dos dedos de
frente, no se trata de una simple falta de respeto con algún símbolo o imagen
con connotaciones religiosas; estamos hablando en este caso del Cuerpo de
Cristo, que ha sido manipulado por este presuntuoso majadero que yo no sé si es
muy sabio, pero desde luego sabe muy bien cómo meterle el dedo en el ojo al
prójimo. Pues bien, pese a lo que dice de forma muy clara el actualmente
vigente artículo 523 del Código Penal, su señoría el juez Fermín Otamendi, de
la otrora católica Pamplona, considera que el muchacho no quiso ofender a
nadie, que le asiste el derecho a la libertad de expresión y que los artistas
son “asín”. Pues nada, a esperar la próxima ocurrencia.
También conocen ustedes el caso de
Rita Maestre. Antes de dedicarse a tareas públicas participó en un asalto a una
capilla católica, donde aparte de la inevitable sesión de despelote,
(imprescindible en todo aquelarre progre) vejaron a los presentes con lemas tan
amistosos como “vamos a quemar la Conferencia Episcopal”, “el Papa no nos deja
comernos las almejas”, “menos rosarios y más bolas chinas” y otras poéticas
jaculatorias. Contra toda lógica, la Audiencia Provincial de Madrid ha
considerado que esa conducta tampoco es profanación, (¡qué va! ¡qué
exageración!), interpretando que esta señora no quería herir los sentimientos
religiosos de los católicos ni tampoco el de los budistas. Lo peor es que nos
consideran imbéciles, algo en lo que probablemente tengan parte de razón,
habida cuenta de la tibieza, la cobardía y la debilidad de quienes deberían
levantar la voz para denunciar estos abusos. Imagínense si una banda de
energúmenos hubiera irrumpido no ya en una mezquita, sino en la sede de la
asociación COLEGA. Habrían pedido para ellos cadena perpetua.
Todo esto nos pone sobre aviso sobre
lo que nos viene encima a los católicos españoles, que no vamos a poder
expresarnos libremente sobre temas como la ideología de género, pero tendremos
que tragarnos cuantas ofensas quieran infligirnos esa panda de tolerantes y
progresistas que nos gobiernan y que, por ahora, se limitan a multarnos. Pues
nada, feliz año nuevo y que viva la libertad de expresión.
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