sábado, 14 de enero de 2017

Cruda realidad / El año en que murió la progresía

Cruda realidad / El año en que murió la progresía

No sabemos lo que nos deparará el 2017, pero al menos tenemos una certeza: la progresía está tocada de muerte. Desde el 2016 están acabados, desde lo políticamente correcto hasta el lobby LGTB.
 






Todo el mundo conoce el cuento de El Traje Nuevo del Emperador, igual que ha oído hasta el aburrimiento usarlo en la escena política.
Pero les confesaré que, en la historia real, el cuento tuvo un final muy diferente al que narra Andersen, con el pueblo uniéndose poco a poco al niño y riéndose de su propia estupidez ante la desnudez regia. En la realidad, la muchedumbre le dio una paliza al niño, porque como decía Mark Twain, es más fácil engañar a la gente que convencerla de que han sido engañadas.

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Pero todo tiene un límite, hasta la estupidez humana y, bueno, se acabó. No sé si se dieron cuenta, pero la progresía murió en 2016.
Ya sé, ya sé: tienen el poder, los grandes medios, las universidades, Hollywood, los partidos de toda la vida… La ‘derechona’ representada por el PP en España, en la figura de su rutilante presidente de la Comunidad de Madrid, hace poco asestó una multa al director del Colegio Juan Pablo II por constatar la innegable e incambiable realidad biológica y en redes sociales, tanto como en los ministerios, siguen doblando la apuesta del disparate de día en día.
Da igual. Créanme: están acabados. Kaput. Finito. Quedaron en 2016.
Porque la fuerza de lo políticamente correcto no depende del volumen de desafíos a la realidad, la naturaleza y el sentido común con que nos bombardeen los Elegidos del nuevo puritanismo, sino del aterrado silencio con que lo recibe el común.
Y eso es lo que cambió el año pasado. Para siempre, porque cuando uno ha visto al hombrecillo detrás del telón, es difícil seguir creyendo en el todopoderoso Mago de Oz.
Una corriente política de moda aguanta la oposición, la amenaza, la violencia. Pero no la risa. Y por Dios que nos vamos a cansar de reírnos de ellos
Y no son los argumentos lógicos lo que ha acabado con tanto absurdo, que la lógica anda de capa caída con tanto filósofo embarullador a la violeta, tanto Derrida y tanto Foucault; ni han sido las amenazas de los intemperantes, ni los insultos de los hastiados ni el desdén de los sabios. Ha sido la risa.
Porque una corriente política de moda aguanta la oposición, la amenaza, la violencia. Pero no la risa, no el ridículo. Y por Dios que nos vamos a cansar de reírnos de ellos.
Van a ver lo que es velocidad: de 32 géneros a dos sexos en un tiempo récord. Hasta los acoquinados científicos empiezan a hablar, y lo harán más alto cuando ya no haya miedo a quedarse sin trabajo o sin financiación.
Sé que la pedofilia, el incesto y la poligamia están en fila esperando su turno, pero tendrán que darse prisa, porque la era de la Gran Dispensación toca a su fin.
El lobby LGTBI ha aprovechado la generosidad del público para ejercer un poder de censura y vendetta asfixiante, pero harán bien en recuperar la cordura antes de que el común -ese 97%-98% de gente estadísticamente normal- se harte y deje de escucharles.
El magistrado del Tribunal Supremo (TS) Antonio Salas/Twitter
El magistrado del Tribunal Supremo (TS) Antonio Salas/Twitter
Es, en fin, el momento de reaprender que la democracia es respeto a las minorías, no temor reverencial, y gobierno de las mayorías. Y que la excepción no puede gobernar a la norma indefinidamente sin que el sistema dé de sí.
¿No me creen? Miren a su alrededor. Frecuenten las redes sociales. Cada vez son más las voces que se niegan a comulgar con ruedas de molino y, sobre todo, se extiende la risa, la risa que desarma mejor que el más alambicado de los argumentos.
Ya no valen las dos varas de medir. Ya no es de recibo ese feminismo que se rasga las vestiduras por las críticas al exiguo vestuario de la Pedroche mientras silba cuando uno de los suyos expresa su deseo de azotar a una conocida periodista hasta que sangre.
Ya no cuela. Soy mujer de blando corazón, y una parte de mí lo siente por ellos, porqueseguirán gritándonos sus habituales tapabocas, tan eficaces hasta ahora -fascista, homófobo, machista, etc-, solo para ver que ya no funcionan, que es disparar con pólvora mojada.
Declararte víctima, para quien te crea, podrá ser motivo de empatía o compasión, pero ya no significará una licencia para imponer tus ideas ni un título de gloria y una señal de infalibilidad.
No me creo tus opresiones pero, aunque las creyera, no te hacen necesariamente más sabio o más justo.
Siguen en el poder, e incluso muertos como esos zombies que ahora salen en una de cada tres películas, hambrientos de tu cerebro
Es liberador, pero tengo dos razones para contener mi regocijo. La primera ya está dicha: la inercia. Siguen en el poder, e incluso muertos como esos zombies que ahora salen en una de cada tres películas, hambrientos de tu cerebro. Aunque no haya modo de volver atrás, van a intentarlo una y otra vez, y se van a poner pesadísimos, quizá durante años.
La otra se refiere a lo que viene después. El ser humano es notoriamente torpe buscando el fiel de la balanza, ese centro sutil conocido por “sentido común”, y es muy dado a sustituir una locura de la que se ha hastiado, no con la cordura, sino con la locura inversa.
El futuro, ya es evidente, no va a estar en manos de esos chantajistas emocionales y sus maullidos buenistas enmascarando una feroz pulsión censora.
Pero mucho me temo que lo que les sustituya vaya a ser duro de digerir, sobre todo para una generación tan blanda como la nuestra.
http://www.actuall.com/criterio/democracia/cruda-realidad-ano-murio-la-progresia/

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