jueves, 17 de noviembre de 2016

Los 4 Jinetes del Apocalipsis chileno

Los 4 Jinetes del Apocalipsis chileno


César Sandoval Cristi

Miércoles 16 de noviembre de 2016
El libro del Apocalipsis es en esencia un texto de esperanza cristiana, pero da una interpretación profética de la historia justamente para afianzarla. En Apocalipsis 6: 1-8, Jesus resucitado abre cuatro sellos que interpretan el drama de la historia en forma de cuatro jinetes: Un caballo blanco cuyo jinete representa la victoria, uno de color rojo que encarna la violencia, un caballo negro que personifica la escasez y, finalmente, uno amarillento que simboliza la muerte.
En el contexto chileno actual se pueden identificar cuatro proyectos políticos sustentados en la búsqueda de diversos objetivos y fundamentados en variados valores, donde cada uno de ellos tendrían diferentes consecuencias: tres tendrían resultados absolutamente negativos para nuestra convivencia y desarrollo socioeconómico, y solo uno de estos encarnaría el caballo blanco de la victoria y esperanza para el futuro.
En primer lugar, nos encontramos la violencia del divisionismo social. En sus diversas variantes, este tipo de proyecto tiene arraigada una profunda identidad de grupo y para su supervivencia necesita legitimar su lucha social buscando un “enemigo natural” de quien nutrirse en el debate discursivo, es el caso de la ideología de género (eliminación del patriarcado) donde el hombre “es el problema”; o la lucha de clases (revolución social, abolición del sistema de propiedad) donde la desigual posesión material es el problema. En cualquier caso, el divisionismo social es en esencia violento y confrontacional, busca la eliminación total o parcial del “enemigo natural” sin ofrecer alternativas de convivencia; así también, tiene una mirada social miope buscando aventajar a su grupo de pertenecía por sobre la comunidad en general.
La escasez, simbolizada en el Caballo negro, vendría de la mano de un proyecto Estatista Abarcador que pretende expandir influencia y tamaño en todo el ámbito público limitando proyectos alternativos y restringiendo libertades. Un ejemplo de ello es la reforma educacional patrocinada por el Gobierno, donde la eliminación del financiamiento compartido deriva en un control económico por parte del Estado para los establecimientos subvencionados, limitando los incentivos para crear proyectos educativos alternativos. La abolición del mercado y la sociedad civil en la provisión de bienes públicos es un objetivo fundamental del Estatismo Abarcador, su intención de igualar los resultados solo se logra mediante la intromisión y control Estatal, en consecuencia, menos espacio para el mercado y la sociedad civil, escasez de emprendimientos y libertades. 
Finalmente, existe un proyecto político que origina la muerte del espíritu cívico que caracteriza a las democracias sanas y fuertes, me refiero al individualismo desenfrenado y relativista. En el marco de una época donde se han perdido los valores fundamentales, es terreno propicio para que se manifieste un proyecto que pone al individuo como soberano absoluto de su destino, en este sentido, la crisis de de credibilidad y representación solo hacen incentivar esta tendencia hacia la autonomía y egoísmo individualista. El paro del sector público muestra cuán arraigado se encuentra el individualismo desenfrenado en nuestra cultura política, la burocracia estatal debería funcionar sobre la base del “servicio público”, sin embargo, hemos podido constatar que se encuentra contaminada por la persecución de intereses particulares y corporativos, es decir, la maximización del beneficio individual por sobre la ciudadanía. Según el célebre filósofo Alasdair Macintyre, la autonomía individual basada en criterios meramente personales, necesariamente derivaría en un relativismo moral, en consecuencia, las ideas de verdad y bien son simplemente opiniones subjetivas y cuyas diferencias se solucionan mediante la mera sumatoria de preferencias individuales, en otras palabras, las desiciones públicas se encuentran secuestradas por conveniencias personales o de grupos con enorme capacidad de presión.
El único proyecto que puede afianzar esperanzas en el futuro de Chile es el sustentado en la virtud cívica y el amor por nuestros semejantes. Dicho proyecto representaría el auténtico jinete de la victoria del bien común, aquel que vela por en bien de todos los hombres y todo el hombre. La Doctrina Social nos enseña que dicho bien es indivisible por naturaleza, pues solo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, en consecuencia, debemos abandonar todo proyecto basado en un egoísmo individualista si hemos de alcanzar el Bien Común, al respecto debemos recordar la enseñanza de la Doctrina:
“Como el actual moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral.
En la práctica, los modos de llegar al Bien Común se sintetizan en dos vías: la expresión de amor hacia nuestros semejantes y el ejercicio de virtudes en la esfera pública. Tal como lo expresara célebremente el filósofo Max Scheler, el humano antes que todo es un ser que ama y la lógica que prevalece es el amor, de esta manera se establecen y afianzan las relaciones sociales, muestra de ello son las campañas como Teletón do de millones de chilenos nos unimos y entregamos por una sola causa, la cual  es motivada por el amor al prójimo. Demás está decir que está  visión se encuentra en las antípodas al proyecto del divisionismo social, por cuanto ofrece una alternativa a “la lucha” y el antagonismo como medio adecuado para la consecución de objetivos.
Con el ejercicio de virtudes públicas tenemos reales posibilidades de recuperar la credibilidad perdida en autoridades, ciudadanos e instituciones, en este sentido, los estoicos tienen mucho que enseñarnos. La virtud es vivir de acuerdo a un orden racional y subyugar nuestras pasiones o apetitos en momentos de elegir la recta conducta, en consecuencia, es donde expresamos nuestra autonomía personal, como diría Epicteto: “corrigiendo nuestra conducta, ampliando nuestro conocimiento y resistiendo fatalidades de la fortuna”. Con un buen ejercicio de virtudes públicas, evitamos un Estado todopoderoso que nos diga “qué hacer” y que a limita la expresión de la autonomía personal, como contrapartida, ganamos confianza en las personas que nos rodean en la polis, sean ellas autoridades o ciudadanos ¿cuántas leyes y dineros nos ahorraríamos si actuásemos virtuosamente? Este es el verdadero proyecto de la victoria del bien Común.
César Sandoval Cristi
Cientista Político – SocialCristianos por Chile

fuente http://elmuro.cl/los-4-jinetes-del-apocalipsis-chileno/elmuro/2016-11-16/161457.html

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