sábado, 3 de diciembre de 2016

Cazar a un alcalde. Se ha extendido sobre España una asfixiante atmósfera de represión sobre la libertad de expresión, acompañada de un mecanismo de difamación que parece no tener límites.

Cazar a un alcalde

Se ha extendido sobre España una asfixiante atmósfera de represión sobre la libertad de expresión, acompañada de un mecanismo de difamación que parece no tener límites.
EDITORIAL
El alcalde de Alcorcón, David Pérez, ha caracterizado a las feministas radicales como mujeres amargadas. Se puede estar de acuerdo o no con sus palabras, pero es asombroso que se esté cuestionando su derecho a decirlo y, aún más, que se esté forzando la dimisión de un alcalde democráticamente elegido por tales declaraciones. Ítem más, esas declaraciones son de hace dos años y han sido “oportunamente” rescatadas ahora, convenientemente deformadas para que parezcan más ofensivas. Para colmo, la presidenta de la comunidad de Madrid y jefa de filas del PP autonómico, Cristina Cifuentes, se ha apresurado a sumarse al linchamiento. Estamos ante una evidente operación de caza.

Parece bastante transparente que si David Pérez ha sido puesto en la picota, ello se debe a que la presidenta Cifuentes le ha retirado cualquier protección. Y si Cifuentes lo ha arrojado literalmente a los perros, es porque el alcalde cometió las imperdonables osadías, primero, de haber rehusado votar la ley LGTB de la Comunidad de Madrid, y después, de haberse significado en la defensa del colegioJuan Pablo II frente a la presión del lobby gay. Dicho de otra manera: lo que ha conducido a un alcalde del PP a perder el apoyo del PP es haber defendido lo mismo que piensa la inmensa mayoría de los votantes del PP. La figura da la medida de la magnitud del problema, que va mucho más allá del caso concreto de un alcalde.    
Pero al margen de esas consideraciones, ciertamente graves, hay algo todavía más preocupante, a saber: la asfixiante atmósfera de represión general sobre la libertad de expresión que se ha extendido en España en los últimos años, acompañada de un aplastante mecanismo de difamación que parece no tener límites. Es intolerable que uno, hoy, en España, no pueda decir libremente lo que piensa. Es intolerable que esas limitaciones circulen sólo en una dirección –la de cualquier disidencia de lo políticamente correcto- y que el criterio de validez lo decidan lobbies a los que no ha elegido nadie. Y es intolerable, en fin, que el precio de la disidencia sea siempre un linchamiento público del que se ha extirpado cualquier atisbo de debate público. El espacio público español se está convirtiendo en predio privado de una minoría que intenta imponer sus convicciones pasando por encima de la libertad ajena. El de David Pérez sólo es un caso más. No es el primero. Nos tememos que tampoco será el último. Pero debería serlo.
http://gaceta.es/noticias/cazar-alcalde-01122016-0923

No hay comentarios:

Publicar un comentario